miércoles, 8 de junio de 2011

Le Bal Bullier


Risas etílicas pasan junto a mi ventana incesantemente. Pasan y hablan los trasnochadores, y sus voces estridentes cuentan una historia de felicidad falsa y atolondrada, felicidad momentánea de vaso y botella. Esa felicidad portátil, sin embargo, ese atisbo de paraíso entre dos charcos y una vejiga oprimida, puede bastar a veces. ¿Por qué no? ¿Por qué va a ser menos legítima esa felicidad que la de otros que se creen seguros, que se creen normales? ¿Por qué va a ser menos legítima que otras felicidades algo rancias de jersey de cachemir y pantufla, esa felicidad de televisor de plasma, de roscón de Reyes, de coche nuevo, de tarta nupcial, de decoración de todo a cien, de viernes por la tarde, de fin de hipoteca, de café con leche y pastas, de álbum familiar, de balance de resultados, de órgano y catedral, de restaurante con camareros de pajarita, de salida de la peluquería, de perro meneando el rabo, de gato ronroneando, de toda la vida...?
Sonia Delaunay, Le Bal Bullier, 1913.

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